Ariana Petrigliano |
- Conocí " Los días sobre mí" de Adriana Pettrigliano en una lectura poética de autores contemporáneos argentinos que realizábamos, un grupo de amigos que nos reuníamos a leer y comentar lo compartido, allí leer sus textos vitales, palpitantes, ya me conmovíeron profundamente. Luego, un día de éste año de pandemia, más precisamente junio, el mes que transcurrimos, la escucho leer algunas poesías suyas en el ciclo de recitales en vivo en Instagram, "Poesía Dominguera " de la coordinación de Magda Becar Varela y la cálida conducción del escritor Pedro Santos de Luca. Por último, más cerca aún, el amigo y escritor nuestro Marcos, Marx Bauzá , suma a Adriana al ciclo de lectura de poesías " Vamos viendo " en su onceava edición, junto a talentosos escritores amigos y por conocer. Con alegría le pido compartir poemas suyos en éste blog, y que me contara algo más de sí. En el acto, intercambiamos correos, y esta breve entrevista. Agradezco su profunda generosidad y el ceder, contenta la autora, con esa cadencia de lo afectuoso y cotidiano: "Siento que son hermosos todos ustedes en la difusión de la poesía"-dijo Adriana, y es para nosotros un placer leerla
¿Cuándo descubres la poesía Adriana?
Descubro la poesía creo que desde siempre- Adriana es hija de una escritora y desde muy pequeña supo escuhar y vivir unida a ese oficio compartido-,...desde que miro el mundo. Porque todo, aún aquello que no es agradable,despierta en mí la poesía, o la necesidad de de decirla. No creo, y se lo repito a mis alumnos, que la poesía sea un género literario...creo que la poesía es todo aquello que nos deja algún tipo de belleza. que nos conmueve o nos perturba. La poesía es aquello que nos moviliza y nunca podremos decir por qué...
En el absurdo de cualquier mañana
se desata la furia de todo lo que es definitivo
y mientras tiembla el miedo
en ese lugar del alma tan esquivo
alguien debe esconder tu ropa y tus zapatos
y guardar para nunca tus juguetes.
alguien debe olvidar (pero esta vez es para siempre)
la palabra felicidad.
no es ni una copa quebrada ni un pedir la esperanza.
no es cuestión del tiempo que cura la mierda de todas las heridas…
cuando se muere un hijo
es simplemente un punto final.
definitivo.
es el peso del mundo que cabe entero
entre un latido y lo que resta.
cuando se desata la furia yo miro al cielo.
lo juro.
y dudo.
Ellos desarmaron la casa. La vaciaron, dejando esa cáscara insoportable de mirar. Esas marcas de toda una historia que se pega a las paredes, a los pisos, a las puertas.
dejaron que las plantas fueran secándose, como ellos.
Mamá solo mantenía rojo y brillante el piso del pasillo, como si en ese pedazo angosto y minúsculo, estuvieran guardadas para siempre las pisadas de todos los que fuimos.
Ellos hicieron el trabajo sucio.
De un largo poema, de una novela interminable de frustraciones y encuentros, de amor y desamores, de estar y abandonar, ellos solo dejaron una especie de haiku: Aquí se fue feliz. Ya no.
Yo quiero hacer mi propio trabajo sucio. No voy a soportar imaginar que ellos bajen a mi pez de hojalata de su cielomar, ni encierren al pajarito azul que vino de tan lejos. No.
Yo haré el trabajo sucio.
Destejer cada tejido inconcluso que espera en el fondo de las bolsas.
Voy a romper una por una cada tacita multicolor y despareja, esas con las que ofrezco café mientras escriben.
Voy a cortar en pedacitos cada libro, como un gran papel picado inquieto, para que no me busquen.
Voy a regalar cada susurrador, o mejor…los iré abandonando en las plazas, en las esquinas, en el camino a Sanagasta. Como hacían los padres de esos cuentos de infancia. Los voy a abandonar…
Voy a cortar el hilo de cada uno de mis móviles. Esos que ahora mismo están tocando el aire de esta mañana de septiembre.
Voy a silenciar mi cuenco, lo voy a dejar lejos de cualquier sonido…
y a Sabina, a Calamaro y a García Márquez, así de cuerpo presente los voy a arrojar por el balcón una tarde cualquiera de enero. Con sol pleno. Para que brillen mientras caen…
Voy a vaciar mis cajones.
Voy a dejar morir de sed a cada Juancho…
Porque el trabajo sucio evitará sus lágrimas, seguro.
Y voy firmar mi propio haiku: Aquí fui feliz. A veces.
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Texto y foto de Adriana Petrigliano |