Todo lo que imaginés, en algo la pegás, seguro. Porque, a veces, uno se parece a lo que se imagina.
Daniel González Rebolledo
¡PIDO…!
(Clave popular de la infancia para pedir un
alto en el juego.)
¡Pido…! Ahora seré el rumor del agua
que brota del barranco
y esa como callecita de pasto
tendida entre los campos.
Volverá la luciérnaga a tus ojos
con los enormes barcos
soñando ser marino
cuando te pongas alto.
Ahora te toca a vos armar el fuerte
mientras que yo en cuclillas
y en los dientes un pasto
te cuento la última película de cáuboys.
¡Pido…! ¿Te acordás…? yo pedía
hundir por siempre mis uñas en la tierra
y en el agrio espesor de las naranjas.
Buscaba en el trajín de los bolsillos
asoleados juguetes y decía
en la tonalidad oscura que inventaba:
- ¡Hasta el más hondo amor muere despacio
y todo verdor perecerá!
como titulaba un tal Meyrama
de quién, sólo eso, había leído
por difícil, sin figuras y en
letras apretadas.
¡Pido…! Ya se mueve en tu pelo
ese brillo de luz mesopotámica
negando con tu risa digresiones
citas puebleras, metonimias.
Silencio de entrecielo
hasta soltar al aire tu canto popular
como yéndote lejos
cuando creíamos ser sólo lo mismo:
Boyeritos cuidando las lecheras,
la yegua del sulky,
las ovejas.
¡Pido…! Que ya hace un tiempo
me ronda el niño aquel
en pulsiones levísimas
para traerte.
Agua, viento
bajeles, camarote, quilla hendiendo
tanto recodo loco de la historia…
Y te regreso,
orgulloso del cinto marinero,
del uniforme blanco,
del alma sin recelos.
¡Pido…! No juego más
pues ya no hallo
los viejos soldaditos,
los indios, los caballos,
fantasmático almario, se diría
estrellas bordadas en gramilla
pastoreando la vieja callecita
con sus vacas lecheras,
la yegua mansa,
ovejas y corderos enrollados
deviniendo su ajenidad y su destino
¡Pido…! Te dije…
ya sé que has vuelto al fin
donde la vida nos abrió los brazos
cuando yo te llevaba las palabras
y vos me devolvías
ese saber holístico del campo.
Boyeritos cuidando de animales
de sueños y presagios.
Hasta que al fin
esa fea, brumosa dama indigna,
ordenó el hundimiento del Belgrano.
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© Daniel González Rebolledo
MANDADOS
A Paula Carman
Y un leve alzarse de hombros
y un suspiro.
Alisa la pollera y sacude pelusas,
delicadas caricias
en hilvanes cortados.
Tapa la Singer con un lienzo,
primores de bordados
allá lejos
hace cuánto.
Vuelo en pedales
hacia la entrega, cara al viento.
Repaso el
cómo decir
que madre me ha enseñado.
Y entonces el dinero
tan escaso
enrollado en la media.
No se vaya a perder ni una moneda.
Y verla, al dárselo
que suspira de nuevo y mira
si aún queda aparador
para inventar almuerzos.
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IDEA
a Beatriz Vignoli
Aparece en el sueño y escapa,
salmón rojo de Alaska
entre zarpas hambrientas de los osos.
Su ráfaga me asalta
justo cuando no tengo
palabra en qué cazarla
y ella disfruta
salmoneando
su más bello despliegue.
¡Tal vez tampoco seas para tanto!
Disparo, y de nuevo la ahuyento.
Anhelo su regreso
destellando un concepto,
mil imágenes:
la sonrisa de luz que cambie el mundo,
la caricia al dolor que nunca cesa,
por el rumor del agua sueñen pájaros,
manos humildes estrujen su pañuelo
mojado por la pena,
un vislumbre de amor,
otra mirada,
un cuenco,
donde enjuague su pelo algún poema.
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