Un favor a la poesía
Tú me reconociste en mitad de la muerte.
No olvidaré jamás tu carrusel de astros
ni tu dulce aritmética
ni tu brujo, tu fuego
ni tu voz de campana diciendo medianoche.
ni tu dulce aritmética
ni tu brujo, tu fuego
ni tu voz de campana diciendo medianoche.
Hoy doy vuelta la red, la seda de los párpados.
Hoy pido que me salves.
Hoy pido que me salves.
Yo no quiero saber la descripción del puente.
Te pido un hilo fino, un mensaje de arañas.
Te pido un hilo fino, un mensaje de arañas.
Dame la mano, el traje,
el número, la fiesta,
La soledad contigua a las raíces,
La permanencia exacta en el dolor,
exacta en la pisada.
el número, la fiesta,
La soledad contigua a las raíces,
La permanencia exacta en el dolor,
exacta en la pisada.
No me des vuelta el rostro.
Hoy te pido la lámpara,
la escala donde crecen los gitanos.
Hoy te pido la lámpara,
la escala donde crecen los gitanos.
No me des vuelta el rostro. No me niegues
el aceite sagaz, el calculado helecho
la certeza implacable de la piedra en el agua.
el aceite sagaz, el calculado helecho
la certeza implacable de la piedra en el agua.
Dame el brazo del tiempo,
el lugar corrosivo donde guardas el daño,
la oscura magnitud sumergida y profunda
de tu sílaba quieta como peces letales.
el lugar corrosivo donde guardas el daño,
la oscura magnitud sumergida y profunda
de tu sílaba quieta como peces letales.
No me des vuelta el rostro ni preguntes.
Algún día sabrás, cuando el buey milenario
cambie cuatro pisadas por un sueño.
Algún día sabrás, cuando el buey milenario
cambie cuatro pisadas por un sueño.
Isidoro Blaisten
Balada del Boludo
Por mirar el otoño
perdía el tren del verano,
usaba el corazón en la corbata,
se subía a una nube,
cuando todos bajaban.
Su madre le decía:
no mires las estrellas para abajo,
no mires la lluvia desde arriba,
no camines las calles con la cara
que ensucias la camisa;
no lleves tu corazón bajo la lluvia,
que se moja;
no des la espalda al llanto;
no vayas vestido de ventana;
no compres ningún tílburi en desuso.
Mirá tu primo, el recto,
que duerme por las noches.
Mirá tu tío, el justo,
que almuerza y se sonríe.
Mirá tu primo, el probo,
puso un banco en el cielo.
Tu cuñado, el astuto,
que ahora alquila la lluvia.
Tu otro primo, el sagaz,
que es gerente en la luna.
Tienes razón, mamá,
dijo el boludo.
Y se bebió una rosa.
No seré más boludo.
Y se bajó del viento.
Seré astuto y zahorí.
Y dio vuelta una estrella para abajo.
Y se metió en el subte.
Y quedaron las gaviotas en el río.
Entonces vinieron los parientes ricos
y le dijeron:
-Eres pobre, pero ningún boludo.
Y el boludo fue ningún boludo.
Y quemaba en las plazas
las hojas que molestan en otoño.
Y llegó fin de mes,
cobró su primer sueldo
y se compró cinco minutos de boludo.
Entonces vinieron las fuerzas vivas
y le dijeron:
-Has vuelto a ser boludo, boludo.
-Seguirás siendo siempre el mismo boludo.
-Seguirás siendo el mismo boludo siempre.
-Seguirás siendo un boludo siempre.
-Debes dejar de ser boludo, boludo.
Y, medio boludo,
con esos cinco minutos de boludo,
dudaba entre ser ningún boludo
o seguir siendo boludo para siempre.
Y subió las escaleras para abajo,
hizo un hoyo en la tierra,
miraba las estrellas.
La gente le pisaba la cabeza,
le gritaba: ¡boludo!
Y él seguía mirando a través de los zapatos.
Entonces
vino un alegre y le dijo: Boludo alegre.
Vino un pobre y le dijo: Pobre boludo.
Vino un triste y le dijo: Triste boludo.
Vino un pastor protestante y le dijo: Reverendo boludo.
Vino un cura católico y le dijo: Sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo: Judío boludo.
Vino su madre y le dijo: Hijo, no seas boludo.
Vino una mujer de ojos azules y le dijo:
Te quiero.
perdía el tren del verano,
usaba el corazón en la corbata,
se subía a una nube,
cuando todos bajaban.
Su madre le decía:
no mires las estrellas para abajo,
no mires la lluvia desde arriba,
no camines las calles con la cara
que ensucias la camisa;
no lleves tu corazón bajo la lluvia,
que se moja;
no des la espalda al llanto;
no vayas vestido de ventana;
no compres ningún tílburi en desuso.
Mirá tu primo, el recto,
que duerme por las noches.
Mirá tu tío, el justo,
que almuerza y se sonríe.
Mirá tu primo, el probo,
puso un banco en el cielo.
Tu cuñado, el astuto,
que ahora alquila la lluvia.
Tu otro primo, el sagaz,
que es gerente en la luna.
Tienes razón, mamá,
dijo el boludo.
Y se bebió una rosa.
No seré más boludo.
Y se bajó del viento.
Seré astuto y zahorí.
Y dio vuelta una estrella para abajo.
Y se metió en el subte.
Y quedaron las gaviotas en el río.
Entonces vinieron los parientes ricos
y le dijeron:
-Eres pobre, pero ningún boludo.
Y el boludo fue ningún boludo.
Y quemaba en las plazas
las hojas que molestan en otoño.
Y llegó fin de mes,
cobró su primer sueldo
y se compró cinco minutos de boludo.
Entonces vinieron las fuerzas vivas
y le dijeron:
-Has vuelto a ser boludo, boludo.
-Seguirás siendo siempre el mismo boludo.
-Seguirás siendo el mismo boludo siempre.
-Seguirás siendo un boludo siempre.
-Debes dejar de ser boludo, boludo.
Y, medio boludo,
con esos cinco minutos de boludo,
dudaba entre ser ningún boludo
o seguir siendo boludo para siempre.
Y subió las escaleras para abajo,
hizo un hoyo en la tierra,
miraba las estrellas.
La gente le pisaba la cabeza,
le gritaba: ¡boludo!
Y él seguía mirando a través de los zapatos.
Entonces
vino un alegre y le dijo: Boludo alegre.
Vino un pobre y le dijo: Pobre boludo.
Vino un triste y le dijo: Triste boludo.
Vino un pastor protestante y le dijo: Reverendo boludo.
Vino un cura católico y le dijo: Sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo: Judío boludo.
Vino su madre y le dijo: Hijo, no seas boludo.
Vino una mujer de ojos azules y le dijo:
Te quiero.
...."donde un hada con reuma apagó las antorchas
y se guarda la luna en alcancías".
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